Tyrannosaurus rex, uno de los dinosaurios más icónicos y temibles que existió durante el período Cretácico tardío, hace aproximadamente 68-66 millones de años, sigue sorprendiendo a la ciencia con nuevos descubrimientos que amplían nuestra comprensión de su biología y comportamiento. Este depredador, que habitaba lo que hoy es América del Norte, medía hasta 12-13 metros de largo y podía alcanzar una altura de alrededor de 4 metros hasta la cadera. Su peso oscilaba entre 8 y 10 toneladas, lo que lo convertía en uno de los mayores terópodos conocidos.
El T. rex tenía un cráneo masivo, de más de 1.5 metros de largo, dotado de mandíbulas poderosas y una mordida extremadamente fuerte, considerada una de las más potentes entre los animales terrestres. Sus dientes eran afilados, con bordes dentados, diseñados para desgarrar carne y romper huesos, y podían medir hasta 30 centímetros. Uno de los hallazgos más recientes sugiere que el T. rex no solo era un carroñero oportunista, sino también un cazador activo, capaz de derribar grandes presas gracias a su combinación de velocidad, fuerza y estrategia de emboscada.
En cuanto a sus extremidades, el T. rex tenía patas traseras largas y robustas, lo que le permitía moverse a una velocidad estimada de hasta 20-30 km/h en cortas distancias. Aunque las extremidades delanteras eran pequeñas en comparación con su tamaño, medían alrededor de 1 metro de largo y estaban dotadas de dos garras fuertes, cuya función sigue siendo objeto de debate, pero es probable que sirvieran para sostener presas o ayudarse en otras tareas durante la alimentación o reproducción.
Recientes estudios han revelado detalles fascinantes sobre su comportamiento y fisiología. El análisis de fósiles ha indicado que el T. rex poseía un excelente sentido del olfato, probablemente ayudado por un lóbulo olfativo grande en su cerebro, lo que le permitía detectar presas o carroña a grandes distancias. Además, estudios de biomecánica han sugerido que, a pesar de su gran tamaño, su esqueleto estaba optimizado para soportar el impacto y las fuerzas generadas por su peso durante la locomoción.
Otro descubrimiento reciente es la posibilidad de que el T. rex tuviera plumas en su juventud. Aunque no completamente cubierto de plumas, es probable que los ejemplares juveniles tuvieran un plumaje parcial, que probablemente cumplía una función termorreguladora. A medida que crecían y alcanzaban su tamaño adulto, es posible que perdieran gran parte de este plumaje debido a su colosal tamaño, que les habría permitido retener el calor corporal de manera más eficiente.
En cuanto a su comportamiento social, aunque inicialmente se pensaba que el T. rex era un cazador solitario, algunos estudios de huellas fósiles sugieren que pudo haber vivido en grupos pequeños o que al menos cooperaba ocasionalmente con otros individuos, especialmente en situaciones de caza o alimentación. Además, marcas en los fósiles revelan signos de agresión intraespecífica, lo que indica que podría haber habido competencia territorial o jerárquica entre individuos.
El análisis más reciente de sus fósiles también ha aportado información sobre su esperanza de vida. Se estima que los Tyrannosaurus rex vivían alrededor de 28-30 años en la naturaleza, con un rápido crecimiento durante su adolescencia, seguido de un ritmo más lento a medida que alcanzaban la madurez.
Medidas aproximadas del T-Rex:
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Escala 1:35 Completa
- Longitud 340 mm
- Altura 131 mm
- Ancho 70 mm
- Longitud hocico-cola 500 mm